Desde que se declaró el estado de alarma por el COVID-19, el sector inmobiliario está sufriendo las consecuencias al igual que el resto. La parte más afectada por esta situación ha sido el alquiler de viviendas.
Desde la crisis del ladrillo del año 2013, el alquiler permanecía estable y equilibrado entre oferta y demanda, pero la llegada de la pandemia y a partir de julio, sobre todo en las grandes ciudades, alquilar es más barato y sigue bajando.
Según las cifras publicadas y con leves variantes en Madrid la caída ha sido de un 5% de media, pero la realidad y desde nuestra experiencia en el día a día, es de una bajada de media del 10%.
Varios factores han influido:
- El mercado ha estado cerrado unos meses lo que ha provocado una acumulación de viviendas vacías y sin alquilar.
- La epidemia ha provocado también un número inusual de personas que dejan la casa antes de acabar el contrato de alquiler o no lo renuevan. Muchas personas con el teletrabajo han vuelto a sus ciudades de origen, otros se han movido al extrarradio, y otros simplemente se han mudado a viviendas en mejores condiciones y mejor precio.
- Otra causa ha sido la llegada al mercado de pisos turísticos, los propietarios de estas viviendas se han visto abocados a convertir este tipo de alquiler en alquiler tradicional, lo cual ha provocado una avalancha de nuevo producto en el mercado al mismo precio y de una calidad altísima.
- Los problemas económicos de miles de familias para afrontar el pago de rentas, la inestabilidad laboral.
- Y por último la falta de movilidad, estudiantes que no llegan, empresas que no cambian de ciudad a sus empleados…..
Ya en el año 2019 las subidas de los precios del alquiler empezaban a mostrar síntomas de agotamiento, pero la llegada de esta pandemia lo ha acelerado sustancialmente y no se vislumbra un futuro a corto plazo que nos haga creer que se recupere enseguida.
Los propietarios de viviendas, entre los que hay muchos pequeños ahorradores y pequeños inversores, ven como el nivel alcanzado se desmorona y la incertidumbre se les presenta a largo plazo. El cambio de la LAU de la duración del contrato de 3 a 5 años, las propuestas de limitar los precios de los alquileres de nuestros políticos, y la evolución de la economía con crecimiento del paro y obtención de menores ingresos creemos que hará que esta tendencia a la baja se mantenga durante un largo periodo.
La limitación de los precios del alquiler esta siendo también un asunto controvertido, ya que puede dar lugar a la aparición de economía sumergida. Esta situación puede provocar también que los propietarios decidan vender y no alquilar. Muchos propietarios necesitan el pago del alquiler “para vivir” y con esos ingresos además hay que hacer frente a los gastos del piso (IBI, impuestos, hipoteca etc.) y con una regulación muy estricta no salen las cuentas.
A su vez, la medida del índice regulador de los precios del alquiler produciría una reducción de oferta y por tanto un incremento de los precios ante la escasez, provocando el efecto contrario de lo que teóricamente se pretende. Puede que esta medida beneficie a los inquilinos, pero solo temporalmente, porque a la larga expulsara del mercado a muchos potenciales inquilinos que no podrán hacer frente a los precios, causando un daño irreparable.
En todo caso y en mi opinión, habrá que encontrar una solución intermedia que beneficie a unos y a otros, ya que la vivienda siempre será un bien de primera necesidad.
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