Mucho se esta hablando de si alquiler turístico si o no, si es bueno o malo. No me atrevería a juzgar este fenómeno del “boom” de los alquileres turísticos, no hay nada bueno o malo por sí mismo, sino que dependerá de cómo se regule, de qué manera se explote y cómo hacer convivir ambos modelos sin que choquen entre sí.

Es cierto que la subida de precios en la zona centro de Madrid se ha visto afectada, produciendo un incremento de precios del alquiler y como consecuencia un aumento en el interés de compra por parte de inversores de todos los tamaños que ven en el alquiler turístico una buena opción para rentabilizar su dinero.

Lo cierto es que en España la cultura del alquiler ha cambiado en los últimos años evolucionando positivamente y la tendencia europea en facilitar alojamientos más asequibles a la gente viajera es algo imparable, además de ayudar a un cambio de mentalidad poniendo encima de la mesa otras tendencias como es el mayor auge del alquiler sobre la compraventa en determinados sectores del mercado.

Por ello muchos inversores se enfrentan al dilema entre destinar sus ahorros a comprar una vivienda y destinarla al alquiler tradicional u optar por el alquiler vacacional o por temporadas. Pero ¡cuidado!, no siempre resultan más rentables. De hecho, si estos inmuebles no se alquilan durante un mínimo de días al año, podemos llevarnos una desagradable sorpresa con nuestra inversión.

Para que el  alquiler turístico se equipare a la rentabilidad de un alquiler tradicional, se requiere un mínimo de aproximadamente un 60% de ocupación en ciudades como Madrid o Barcelona y por supuesto no en todas las zonas en las que aun con este porcentaje de ocupación no salen las cuentas.

La realidad es que dedicar inmuebles a pequeña escala al alquiler turístico no lo hace más rentable, pues para que lo sea necesita de una dedicación que no siempre se puede o se esta dispuesto a aportar. Hay que atender a los clientes, recibirlos, renovar el inmueble con frecuencia, equiparlo al completo y a veces resolver conflictos con las comunidades de propietarios que sufren las consecuencias de no siempre silenciosos huéspedes.

Son numerosas las comunidades que están ya regulando este fenómeno con peor o mejor fortuna, pero lo cierto es que es imparable y lo que habrá que conseguir como decía al principio es una regulación que permita convivir a ambos modelos de una forma responsable.

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