Ante todo y a pesar de todo quiero desearos una FELIZ NAVIDAD y un 2021 que a poco se presentará mejor que el que despedimos.

Feliz Navidad a todos nuestros lectores, a todos los que a lo largo del 2020 nos habéis hecho consultas, muchas de ellas marcadas por una situación desconocida que nos obligaba a interpretar en muchas ocasiones legislación y situaciones que también para nosotros era “nuevo”.

Nos sentimos orgullosas de haber podido ayudar con nuestras respuestas y opiniones, y haber, al menos, intentado ver luz en un año oscuro y raro.

El año 2020 es un año bisiesto y el último año de la segunda década del siglo XXI.

Este año ha venido marcado por la pandemia de COVID-19 que se originó en la ciudad Wuhan a finales del año 2019, y se propagó por el resto de China y en otros países del resto del mundo durante el 2020 provocando un fuerte impacto socioeconómico.

Un año duro sin duda, lleno de incertidumbre, de sacrificio, de angustia, de millones de muertes en todo el mundo, de ausencias de abrazos, de conciencias removidas.

Un año en el que han ocurrido tantas cosas a la vez, que han cambiado el mundo y cambiado los paradigmas como si de repente estuviéramos en una simulación que ejecuta todos los escenarios posibles a la vez.

Empezábamos el año  con el asesinato de un general iraní en un ataque con drones de EE.UU que casi nos lleva a la 3ª guerra mundial.

Se desataron incendios salvajes en Australia, las inundaciones en Indonesia, llego el brexit, y  mientras tanto, en China, un nuevo virus extraño comenzó a extenderse, poniendo  al mundo de rodillas.

En Abril cae el precio del petróleo, llega el avispón asesino y hay un rebrote de sarampión en Latinoamérica.

En Agosto se produjo una trágica explosión en Beirut y en  marzo, se desató el infierno, personas que morían, los mercados mundiales se estremecieron y colapsaron, presagiando meses de sufrimiento que nadie, ni en lo más remoto esperábamos cuando despedíamos el 2019.

De una economía más o menos saneada, pasábamos a una curva descendente en el que el mundo se movía de repente con una lentitud desesperada, en el que nadie sabía cómo enfrentarse a algo más grande que nosotros, un virus letal que removía las conciencias de todos.

A medida que los cierres y confinamientos se extendían por todo el mundo, la vida tal como la conocíamos parecía detenerse de la noche a la mañana: vuelos vacíos, centros urbanos desiertos y cruceros flotando con pasajeros atrapados esperando en vano un lugar para atracar.

El 11 de marzo, la Organización Mundial de la Salud llamó al coronavirus lo que es y lo que permanecerá durante meses: una pandemia. Durante semanas después, poco más parece importar.

Pero lo normal ya se había ido. Las mascarillas se convirtieron en una vista familiar, y el distanciamiento social se convirtió en una forma de vida.

En verano y después de algunas semanas de optimismo, los casos de coronavirus volvieron por todo el mundo y los expertos advertían de que las reaperturas prematuras nos invitaban a otra ronda de calamidades y muerte.

Y ante tanta desgracia lo positivo también estuvo y está presente:

La tierra respiró y la menor  contaminación hizo resurgir la naturaleza, donde  hasta los canales de Venecia se volvieron transparentes.

Actos de bondad y solidaridad se expandieron por el mundo.

Miles de personas unidas para combatir los efectos de la pandemia se unieron:

Gente cocinando para otros, supermercados con acciones especiales para mayores y necesitados, donaciones de dinero, comedores sociales improvisados, casas prestadas a los trabajadores que velaban por nuestra salud y nuestra seguridad y que no podían trasladarse a sus casas.

Se compartieron recetas, ideas, ejercicios, se enviaron miles de mensajes alentadores para sobrellevar el aislamiento, se transformaron muchos negocios en centros de distribución de alimentos.

Salimos a nuestros balcones a aplaudir y cantar a nuestros sanitarios, bomberos, soldados, empleados de supermercados, farmacéuticos, y a todos aquellos que se arriesgaban al estar al pie del cañón para que a los demás no nos faltara lo esencial.

Hemos aprovechado la oportunidad para reconectar con amigos y seres queridos por teléfono o videollamadas, se han organizado sesiones virtuales de reuniones, clases, bailes, teatro, música utilizando aplicaciones móviles.

Personas que se ofrecían para cuidar a los niños o ancianos, hacerles la compra o las tareas domésticas.

Mientras millones de personas están aisladas, muchas están aprovechando la oportunidad para ser creativas.

Bibliotecas virtuales, pintura, tejer, recorridos por los museos, conciertos y un largo etcétera.

Se instaló el teletrabajo, las empresas se reinventan y mientras tanto la llegada de las vacunas a este caos nos dan una halo de esperanza para empezar a reconstruir nuestras vidas y seguir adelante.

Espero que el coronavirus sirva de catalizador para alejarse del consumismo y de las críticas a la globalización, así como también para la intervención estatal y la gestión de crisis por parte del Estado, para cuidar más y mejor nuestro planeta, además de plantearnos cuestiones éticas y morales que normalmente siempre dejábamos para más tarde.

Esto nos ha demostrado que los cambios se pueden producir y además mucho más rápido de lo que nos creíamos, así que honremos a nuestros seres queridos desaparecidos y empecemos a construir un mundo más amable para todos.

OS DESEAMOS UN FELIZ Y PROSPERO 2021 

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