Se acaba el año y empieza uno nuevo, es momento de reflexión y de balances, por eso hoy no os voy a hablar de leyes, de ventas, de compras ni de impuestos, hoy os voy a hablar de la vida y de porque a veces querer apurar al máximo hasta ganar el ultimo euro no siempre es lo mejor.
Hace un tiempo escuche a Jorge Bucay contar una historia que me impresionó, os la cuento y vosotros decidís la moraleja.

Erase una vez un hombre trabajador, que reflexionando sobre sus miedos empezó a pensar que la enfermedad, la vejez, la pobreza no debía de pillarle desprevenido, seguramente por alguna razón en su historia, le tenía mucho miedo a la pobreza y entonces tomo una decisión: decidió que iba a trabajar mucho muchísimo hasta que reuniera un millón de euros, lo que para él representaba una cantidad para vivir tranquilo.

Consideraba que un hombre con un millón de euros puede no trabajar más en la vida, puede viajar, puede vivir tranquilo, puede disfrutar sin problemas. Había tomado la decisión de que hasta que no reuniera ese millón de euros no dejaría de trabajar ni un segundo, entonces dejo de salir, de ver a sus amigos, dejo de divertirse, dejo de disfrutar, de comprarse ropa, porque lo único que le importaba era juntar su millón de euros, así cuando llegaba a su casa contaba lo que iba reuniendo, 50.000 aquí, 200.000 allá, 100.000 , era consciente de que no quería que le pasara lo que a otros, que cuando tuviera un millón querría tener dos.

Se había puesto un cartel en la puerta de su habitación que decía: Cuando tenga un millón de euros me dedicare a disfrutar de la vida, y lo había firmado debajo como un compromiso consigo mismo.

Y así sumaba y sumaba día a día, y así durante muchos años, prescindiendo de todo lo demás y sumaba y sumaba amasando su pequeña fortuna, y cuando había reunido 999.999 euros y solo le faltaba un euro para completar su millón, no quería esperar más y se puso como loco a buscar por la casa, en los bolsillos, los cajones, hasta que encontró el último euro que le faltaba y entonces se dijo: yo no me voy a dejar engañar, ahora podre disfrutar de la vida, salir, viajar, volver ver a mis amigos y cerro su libro de contabilidad contento de haber cumplido su promesa y entonces sonó la puerta, cuando abrió la puerta encontró a una mujer muy delgada con su cara de calavera y vestida de negro y le dijo, yo soy la muerte.

El no creía lo que estaba pasando, ¿la muerte golpeando su puerta¿. Le pregunto ¿qué quieres? Y le dijo es tu hora, vine por ti.

Y le contesto, no, no puede ser, acabo de reunir mi millón de euros y ahora es cuando voy a disfrutar de la vida, por favor vete, vuelve en otro momento, tengo mucho que hacer, tengo que disfrutar, tengo que formar una familia, tengo que quedar con mis amigos, tengo que pintar, disfrutar de lo que me gusta hacer, ya, le dijo la muerte, pero ha llegado tu hora y tienes que venir conmigo.

No por favor le dijo el hombre, vamos a hacer un trato, te doy la mitad de mi millón y me das un año, hay tantos amigos a los que hace mucho que no veo…y la muerte le dijo, no hay trato.

Bueno déjame 100.000 euro nada más y llévate el resto, a cambio dame un mes, un mes nada más, tengo tantas cosas que hacer. Y la muerte le dijo, no hay trato, lo siento, ha llegado tu hora.

El hombre se echo a llorar y le dijo llévate el millón de euros y dame aunque sea un día, y la muerte le dijo, no hay trato.

Y entonces el hombre le dijo,¿ tengo tiempo para escribir unas letras en una carta?. Un minuto, le dijo la muerte. Entonces el hombre se sentó y escribió: Lector que lees esto que escribo, ten cuidado de lo que haces con tu tiempo porque yo no pude comprar ni siquiera un día con toda mi fortuna.

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